No es fácil, y sobre todo hoy en día, generar verdaderas relaciones de amistad. En un mundo donde las redes (de toda índole) se hacen tan relevantes para cualquier tipo de intercambio, profundizar se hace muy complicado, más considerando con la rapidez con que todo sucede.
Cuando se es madre el mundo cambia a un nivel difícil de explicar, los ritmos son otros, los sentidos se modifican, los planes mutan constantemente y las prioridades varían de la tierra al cielo, por lo que mantener lo que estaba, lo que se hacía es prácticamente imposible.
Hay, por cierto, una rara idea de que todo se retomará después del parto, o después de la lactancia o cuando entre al jardín (sala cuna), o etc. Sin embargo, resulta que nada volverá a ser como antes. No es porque no se pueda, -muy probablemente miles de mujeres pueden “retomar” su vida anterior-, es porque ya no se es la misma y lo más importante es porque una no quiere serla, la vida ha cambiado y una feliz con ella y entonces… ¿Cómo seguimos siendo amigas cuando una de las dos se transforma en mujer madre?
¿Cómo explicar este enamoramiento tan puro que comienza con el encuentro de un hij@ y que a veces significa (por no decir siempre) querer estar, abrazar, acompañar, besar, mudar, tetear, todo el tiempo, más allá de lo entendible? ¿Cómo hacerte entender que de todas formas te necesito y quiero que seas parte de esto? ¿Cómo encontrarnos como amigas, cómo darnos espacios, tiempos, cómo reconocernos en esta nueva etapa?
La maternidad es (en una de sus tantas definiciones) un ir y venir y volver a ir y venir desde lo más profundo de una, cuestionarse, entenderse, resolverse y volver a armar y desarmar con un amor tan intenso que da energías increíbles, pero también cansancio. Y una envuelta de amor, revolucionada por la oxitocina, quiere darlo, compartirlo, expresarlo, pero es difícil coordinarse y es ahí cuando uno necesita su amiga, esa que te acompañó a las cosas más insólitas por una mirada del chico que te gustaba, la que te abrazó porque la tía (madre) no te entendía, la que inventaba panoramas y canciones, la que te decía que eso no te quedaba bien, la que te afirmó el pelo para que no te vomitaras, la que te prestó sus aros preferidos, la que te prestó dinero sin pedirlo, la que te pasó ropa para ir formal a la entrevista, la que lloró contigo hasta dormirse, la que te celebró el cumpleaños en medio de la nada o la que no necesitaba preguntar nada sólo llegaba con un chocolate y un hombro gigante, esa amiga una vez más, es la que uno necesita en esta etapa… Una amiga que empatice, que nos revuelva, que nos saque del poto-teta-tuto (porque es necesario), que nos hable de lo último que ha sucedido, que nos pregunte por la última visita a la peluquería o a la depiladora, que nos diga lo que siente, que nos cuente de su vida, de lo que no ha pasado, de lo que sueña, que nos pregunte cómo es con el detalle que uno necesita contar, pero sobre todo que nos acompañe, que esté…

Te invito y te pido que sigas, que perseveres, que no te rindas, porque el abrazo que nos daremos cuando tú seas madre (si así lo deseas) será infinito… Porque cuando te toque a ti, prometo estar, seguramente no de la misma forma en la que tú lo has hecho, porque ambas habremos cambiado y eso será simplemente maravilloso.


